Corro casi sin aliento. El metro está a punto de salir, y llego tarde.
Creo que mis pies echan humo, comienzo a jadear, pero consigo entrar al vagón. La puerta tarda cinco minutos en cerrarse.
Está lleno, el aire viciado y huele mal. Solo me faltan trece paradas.
Al llegar miro el reloj, creo que por dos minutos…mierda, aquí tengo que pagar por salir.
Fuera hace frío.
Todo está cerrado. Veo que viene una amiga:
-¿Ya habéis comido?
– ¿no te has enterado?
-¿…de qué?
-ha habido una invasión terrícola, y hemos tenido que refugiarnos.
-¿qué?
-si, pero ya ha pasado todo, solo eran unos pocos.
Me quedo perplejo y agacho unos segundos la cabeza, al subirla veo que se está yendo. No se despide.
Uhm, eso explica el olor en el metro
Allan Coliflor